
Siempre intento aprovechar los viajes para fotografiar nuevas localizaciones. Así, y con motivo de un viaje a Cantabria, nos acercamos a la conocida como Catedral de los Peces, en el embalse del Ebro y muy cerca de Reinosa. Se trata de la torre de una iglesia que quedó inundada al subir el nivel del agua. Actualmente se puede acceder por medio de una pasarela e incluso subir hasta su última planta, desde donde se pueden observar unas vistas preciosas del entorno.
Lo primero, y como siempre, visita durante el día para ver posibles encuadres, zonas habitadas que puedan aportar contaminación lumínica o peligros a tener en cuenta.

La torre está próxima a Las Rozas de Valdearroyo, así que la contaminación lumínica era más que previsible.
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Ya por la noche, primeras pruebas de tiempo de exposición para un correcto equilibrio entre la luz del cielo y la iluminación artificial, balance de blancos y encuadres.
Una vez que tenemos claros los parámetros en la cámara, llega el momento de las pruebas de iluminación artificial, primero de la torre y pasarela y luego del monje. Es importante que el monje permanezca inmóvil durante su iluminación. Durante el resto de exposición es también conveniente que no se mueva en exceso pues, si bien tendremos cuidado en no iluminar al monje, podría tomar un aspecto fantasmal al iluminar la pasarela que queda oculta a su espalda y solaparse en los bordes de la túnica, así que es bueno que participe en el menor número posible de pruebas.
Al hacer las pruebas para la iluminación de la torre me encontré con el primer problema: la iluminación del pueblo alcanzaba parte de la torre y con una luz muy cálida. El problema no era solo que le alcanzara la iluminación (al ser una iluminación externa y no controlable, como la luz del cielo, te obliga a mantener constante esa separación de temperaturas de color entre fuentes externas. Así, al modificar el WB para enfriar la torre, enfriamos también el cielo) sino que sólo afectaba a parte de la torre. La solución fue iluminar el resto de la torre con la linterna cálida corregida con un gel CTO para conseguir igualar la temperatura de la luz parásita y conseguir una iluminación lo más uniforme posible en la luz de la torre.
En este caso, el lado desde el cual iluminar estaba fijado por esa luz parásita, que venía desde la izquierda. Fallo de Murphy y su ley, pues este lado es el que hubiera elegido de haber sido una elección sin condicionantes. Si la iluminación se hubiera aportado desde la derecha, la sombra de la pasarela se distinguiría en la pared de la torre, así como la de los restos del muro anexo a la torre.
Cuando ya tenemos claro el número de pasadas de linterna para iluminar la torre así como la pasarela, es el turno de la iluminación del monje. Desde la izquierda, para ser coherente con la iluminación de la torre y desde encima para conseguir un toque místico.

En la foto anterior la torre está iluminada únicamente por las farolas del pueblo, el WB es 3200K y aún así no he conseguido enfriar del todo la luz parásita. Los puntos de luz que se ven a la izquierda son de la linterna que en la fotografía final ocultaré con una cartulina. También puede verse mi silueta mientras ilumino, al estar ocultando la torre durante la mitad de la exposición (42 sg en total, tiempo necesario para probar la iluminación del monje). Esto no será un problema en la fotografía final, donde la exposición total será de 8 minutos, por lo que no se apreciarán estos 20 segundos en los que la torre queda oculta.
Con la iluminación clara, toca la foto final: activación en la cámara de la reducción de ruido por larga exposición y disparar.
Tras reducir el ruido, curvas, enfriar aún más el balance de blancos y corrección de la perspectiva en Lightroom y oscurecer la parte en sombra de la cara del monje en Photoshop tenemos como resultado la fotografía que encabeza esta entrada.