
Como todos los veranos, en 2019 nos escapamos unos días al Pirineo aragonés. Una zona donde poder disfrutar de la naturaleza, de la montaña, y por supuesto de la fotografía nocturna. Los cielos allí no tienen nada que ver a los que tenemos en Madrid, tanto por la menor contaminación lumínica como por la facilidad de encontrar localizaciones a mucha altitud, con cielos más limpios.
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Al planificar ese viaje, tuvimos poco margen para escoger las fechas y fue imposible evitar las fases lunares con mucha intensidad. Al estar en una zona montañosa, las sombras que genera la luna son muy grandes, complicando la mayoría de los encuadres.
Lo que intenté con el encuadre que escogí fue aprovecharme de esa diferencia de luminosidad entre luces y sombras para separar el primer plano del fondo y, además, usar el pequeño riachuelo que nace en el ibón para dirigir la mirada hacia el protagonista de la imagen.
Una noche, como muchas otras, donde disfruté del momento y de la naturaleza y, por supuesto, también de la fotografía nocturna.