Si hay un elemento que nos encanta fotografiar a los nocturnos son los árboles. Además, en mi caso siento predilección por las encinas, tanto las que tienen la característica copa perfectamente simétrica como las que tienen unas ramas laberínticas con formas curiosas.
Esta encina situada cerca de Huesca fue la segunda salida nocturna desde el final del confinamiento. Según las fotos que había visto, estaba aislada en campo abierto, con multitud de espacio para moverse y varios encuadres posibles. No obstante, en las fotos más recientes aparecía rodeada de árboles frutales, así que me preparé para una localización no tan cómoda como parecía a priori. Aun con todo, las dimensiones del árbol (20 metros de altura) y la forma de su copa hacían que mereciera la pena acercarse.
A llegar a la localización, y tal y como se veía en las últimas fotos, la encina estaba entre filas de árboles frutales. Había espacio libre rodeando el árbol, pero teniendo en cuenta las dimensiones de la encina, no era suficiente. Para poder tener un buen encuadre tuve que situar el trípode entre dos filas de frutales. Así conseguía alejarme del árbol y dejar algo de espacio entre la encina y los márgenes.
Pero ese no fue el mayor problema de la noche. Los días previos a la salida había llovido bastante, así que todo eran charcos y barro. Y aún podía empeorar… Al rato de estar fotografiando, empecé a oír un ruido de agua a lo lejos. Era el sistema de riego por “goteo” (entre comillas porque aquello era de todo menos goteo) que se acababa de poner en funcionamiento. A los 10 minutos el agua brotaba de la tierra, haciendo que fuera imposible moverse. Eso sí, los jabalíes y las ranas que había por la zona estaban encantados.
Volviendo a la fotografía, el esquema de iluminación fue sencillo. Aproveché la luz que había en el entorno (Huesca no estaba muy lejos y las nubes reflejaban su luz) y la luz que tenía yo ayudaba a dar volumen al tronco e iluminar la copa desde el interior.
Tal y como vemos en el curso de composición en fotografía nocturna, hay ocasiones en las que es interesante situar una persona en el encuadre. Entre otras ventajas, facilitamos al espectador hacerse una idea más precisa de las dimensiones del árbol. Sin esta figura, tendríamos la sensación de que la encina es grande, pero sería más difícil determinar si su altura es de 10 o 20 metros.